Ginastera 101. Conmemorando una vida en la música

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Semblanza

Este recital presenta música para piano de distintos compositores nacionalistas de Argentina, con especial énfasis en las obras de Alberto Ginastera, considerado como uno de los autores más destacados e importantes de su país.
El nacionalismo musical argentino no debe ser considerado una corriente “monolítica.” Al contrario, a través de casi dos siglos de música en Argentina, diversos músicos han incorporado elementos nacionales de raíz heterogénea y los han expresado de distintas maneras y con diferentes técnicas. El interés por crear una música nacional se hizo evidente alrededor del primer centenario de la independencia argentina, 1910, con autores tempranos tales como Julián Aguirre y Alberto Williams, quienes expresaron el nacionalismo con técnicas del Romanticismo. A partir de ese momento el número de creadores que abordaron temáticas nacionales se multiplicó, tomando distintas formas y siguiendo caminos dispares.
El programa de este recital no intenta mostrar un panorama completo de esta evolución, sino más bien presentar algunos ejemplos de la diversidad de acercamientos que se registraron a partir de la década de 1930.
Luego de los precursores del nacionalismo, algunos compositores nacionalistas de generaciones posteriores eligieron mantenerse fieles a la herencia del romanticismo inicial. Carlos Guastavino (1912-2000) perteneció a este grupo que se inspiró principalmente en elementos de la música folclórica tradicional argentina, expresada en las danzas y géneros del gaucho argentino, y en música de regiones geográficas como la pampa, el “litoral” y el noroeste. Nacido en la provincia de Santa Fe, Guastavino fue, en principio, un creador autodidacta. Escribió más que nada para piano y para canto y piano. Su producción, siempre atractiva para el público general debido a sus características tonales y al uso de claros elementos nacionales en sus títulos y en su material, le valió en muchas oportunidades la crítica enconada de los que, en esa época, consideraban que un compositor “serio” debía enfocarse en lenguajes de vanguardia. A pesar de estas críticas, Guastavino se mantuvo siempre orgulloso de su producción y estilo, los que han sobrevivido al paso del tiempo.
Las danzas Bailecito y Gato (a la manera popular) fueron compuestas en 1940 y están basadas en géneros folclóricos. Se trata de piezas simples que conservan la frescura del estilo que les sirvió de inspiración. Gato, en particular, es una de las danzas tradicionales de parejas más populares de Argentina y está relacionada con otras de Latinoamérica como el huapango mexicano. En contraste con la simpleza del Bailecito y Gato, la Sonatina es una obra de gran elaboración, en la que Guastavino utilizó algunos elementos del folclor estilizados, pero los revistió de un tratamiento temático cuidadoso, lo que hace que no sea tan evidente como el de las danzas anteriores. Escrita alrededor de 1945, época en que el autor estuvo en contacto con su colega español Manuel de Falla (quien entonces radicaba en Córdoba, Argentina), la Sonatina, una de sus obras más logradas, utiliza material temático que reaparece, transformado, en cada uno de los tres movimientos.
Alberto Ginastera (1916-1983) utilizó muchas de las mismas fuentes folclóricas que Guastavino (en especial la música del gaucho), pero lo hizo con un lenguaje muy distinto. Mientras Guastavino se esmeró en revestir su material con un lenguaje romántico, Ginastera desarrolló, especialmente en sus primeras obras, un estilo de gran impacto que combina algunos tratamientos similares a Bartók, Prokoev y Stravinsky. La clave de la efectividad de su estilo temprano fue, de hecho, la simbiosis intuitiva que supo desarrollar entre estos elementos contemporáneos y los nacionalistas. Su obra Tres piezas, Op. 6, compuesta en 1940, se inspira en elementos de distintas regiones argentinas. El primer movimiento, Cuyana, se refieere a la zona de Cuyo, en el oeste argentino, y es un movimiento suave y melodioso, alejado de la escritura rítmica y energética, característica del compositor. El segundo movimiento, Norteña, es novedoso y experimental por la utilización de pentatonicismo relacionado con elementos indigenistas (no gauchescos), y presenta un ambiente mágico e introspectivo. El tercer movimiento Criolla, presenta la escritura rítmica robusta que caracteriza muchas de las danzas ginasterianas. La sección central de este movimiento incluye una milonga lenta (la única vez que Ginastera decide interrumpir un movimiento rápido en sus piezas para piano). Esta sección contiene el verso amoroso: “Dicen que los ríos crecen cuando acaba de llover, así crecen mis amores cuando no te puedo ver.” La melodía coincide con las sílabas de este epígrafe, como si el piano entonara cada una de las palabras, no es casualidad que este movimiento esté dedicado a Mercedes Toro, la pianista quien en 1941 se convirtió en su esposa.
El siguiente grupo de obras cortas del programa tiene diversas fuentes de inspiración, pero relacionadas entre sí. Las milongas de Ramos y Piazzolla se inspiran en el género de la milonga lenta, originalmente canciones tristes improvisadas, con acompañamiento de guitarra y frecuentemente atribuidas al gaucho. La milonga lenta se considera una de las fuentes del género tanguero a finales del siglo XIX. La cálida Milonga sureña n.° 5 del cordobés Juan José Ramos (1930-1995) contiene un acompañamiento claramente guitarrístico, con interludios que imitan el punteo de la guitarra. El tango Verano porteño y la milonga lenta Milonga del ángel fueron escritas por el revolucionario Astor Piazzolla, uno de los autores que más contribuyó a la evolución del género urbano en el siglo XX. Verano porteño es parte de la serie Las cuatro estaciones porteñas, escrita a semejanza de la obra homónima de Vivaldi. Milonga del ángel pertenece a la suite de cuatro movimientos Ángel. Ambas escritas para su sexteto y luego arregladas para piano solo. Las piezas La luz se esfuma en las esquinas y Los ojos de la sombra no son tangos en sí, pero muestran una fuerte relación con el sonido y color del tango. Escritas por el compositor radicado en Estados Unidos Luis Jorge González (1936-2016), son parte de la suite Crepúsculos de la ciudad, y fueron estrenadas y grabadas por el pianista Alejandro Cremaschi en 2011. En sus inicios, González comenzó escribiendo en un lenguaje tonal nacionalista semejante al de Guastavino; luego incursionó en la vanguardia atonal durante sus estudios de posgrado en Estados Unidos, para finalmente retornar a las fuentes nacionales (en este caso, el tango) con un lenguaje tonal al final de su vida. González tuvo una relación estrecha con varios compositores y músicos mexicanos, habiendo participado en diversas ocasiones en el Foro de Música Contemporánea y en otros festivales en este país.
Regresando a la obra de Alberto Ginastera para cerrar el programa, se ofrece la suite Danzas criollas Op. 15. Compuesta en 1946 durante la primera estadía del compositor en Estados Unidos (revisada en 1956), y que evidencia a un creador maduro y poseedor de una técnica sosticada. Su estilo ya se encuentra camino hacia su segundo periodo, que él denominó “nacionalismo subjetivo,” en contraste con su “nacionalismo objetivo” temprano. Los movimientos de esta suite no contienen títulos y están planeados para ser tocados sin interrupción. El primer y segundo movimientos miran de alguna manera a su estilo temprano: delicado y claramente tonal; el primer movimiento recuerda el carácter de la primera de las Tres piezas, Op. 6 y el breve segundo movimiento los ritmos fuertes de la danza folclórica chacarera que inspiró a las Danzas argentinas Op. 2. A partir de aquí encontramos elementos nuevos: el tercer movimiento, escrito en el inusual compás de 11/8, contiene un canon a la octava; el cuarto presenta un clima introspectivo con escritura desnuda que presagia el movimiento lento de la Sonata, Op. 22; el quinto movimiento y coda contienen el tipo de escritura rítmica con frecuente cambio de métrica y las sonoridades de armonías cuartales que serán luego el pilar sonoro de la primera Sonata. La pieza corta Milonga es un arreglo del mismo autor de la Canción al árbol del olvido, una milonga lenta amorosa que compuso en la década de 1930.
Finalmente, Danzas argentinas, Op. 2, es, posiblemente su obra más tocada y conocida. Fue compuesta y estrenada en 1937, cuando Ginastera aún era alumno en el Conservatorio. Fue publicada en 1939 por la renombrada editorial francesa Durand. Sus tres movimientos tienen títulos de danzas gauchescas: Danza del viejo boyero, Danza de la moza donosa (en este caso la palabra “donosa” es un modismo que significa “poseedora de grandes dones”), y Danza del gaucho matrero (“matrero” significa astuto y fugitivo). El segundo movimiento es una danza lenta que desarrolla un clímax muy efectivo y utiliza un lenguaje armónico tonal y romántico emparentado al nacionalismo anterior, pese al uso de algunas disonancias colorísticas. El primer y tercer movimiento presentan una escritura más avanzada, con uso de bimodalidad, ostinatos, paralelismos, acordes basados en las cuerdas de la guitarra y escritura rítmica efectista de gran energía. Están relacionados a las danzas folclóricas del gato, chacarera y malambo. Algunos ritmos y modismos melódicos de estas danzas se presentan con claridad en el tercer movimiento: el episodio central, un ostinato en do mayor que está claramente relacionado con el malambo y el segundo tema con el ritmo de chacarera o gato.

Alejandro Cremaschi

Presentación grabada el 22 de abril de 2017 en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (CENART). Ciudad de México.

Enlaces

http://www.cenidim.bellasartes.gob.mx/ [Consulta: 8 marzo 2017]

http://alejandrocremaschi.com/ [Consulta: 8 marzo 2017]

Participantes

Alberto Evaristo Ginastera

El compositor Alberto Evaristo Ginastera nació en Argentina el 11 de abril de 1916. Estudió piano y composición en el Conservatorio Alberto Williams y en el Conservatorio Nacional en Buenos Aires.

Ya desde sus tempranos años como estudiante recibió premios y reconocimientos por sus composiciones. Un hecho definitorio en su desarrollo ocurrió en su adolescencia, cuando asistió a la ejecución de La consagración de la primavera (Le Sacre du Printemps), obra revolucionaria de Stravinsky y momento que él mismo describió como “un shock –algo nuevo e inesperado–”. Otro acontecimiento que lo marcó fue escuchar al pianista Artur Rubinstein tocar el Allegro Barbaro de Béla Bartók en Buenos Aires, lo que describió como “una revelación”.

Su carrera cobró relevancia nacional el día que el director de orquesta Juan José Castro estrenó su suite de ballet Panambí en la sala más importante del país, el Teatro Colon, en 1937, cuando apenas contaba con 21 años. A partir de 1946, luego de su primera visita a Estados Unidos como becario de la Fundación Guggenheim, recibió numerosas comisiones y premios de distintas instituciones y su carrera cobró relevancia internacional.

Ginastera tuvo una influyente trayectoria como compositor y educador en Argentina y es reconocido como uno de los músicos más relevantes que ha producido América. Enseñó en varias instituciones argentinas y tuvo como alumnos a algunos de los músicos más importantes de la generación siguiente, como Alcides Lanza, Pia Sebastiani, Antonio Tauriello y Ástor Piazzolla. Su obra incluye piezas de todos los géneros: orquestal, ballet, ópera, conciertos, música de cámara y para solistas.

En la década de 1970 se radicó en Ginebra, Suiza, luego de desposar a la chelista Aurora Nátola. Falleció en esa ciudad, en 1983.

Su estilo: Desde sus obras más tempranas se inclinó hacia el estilo nacionalista, siguiendo el camino abierto por dos generaciones previas de compositores en Argentina. Su lenguaje nacionalista se inspiró en el folclor tradicional y en la figura del gaucho, el personaje del campo argentino que encarna los ideales de valor, fortaleza, independencia y autenticidad. El uso del gaucho, y su contexto como símbolo nacional, no era nuevo en el arte, ya había servido como inspiración para muchos compositores, artistas y escritores anteriores. Lo novedoso en Ginastera fue la combinación de este topos nacionalista, con ciertas tendencias estilísticas y técnicas de la música contemporánea. Así, su música respondió a las influencias de autores modernistas argentinos como Luis Gianneo y Juan José Castro, y europeos como Igor Stravinsky, Claude Debussy, Béla Bartók, Manuel de Falla y Arthur Honegger. La clave de la efectividad de su estilo temprano es la simbiosis que supo desarrollar intuitivamente entre los elementos nacionalistas argentinos y los contemporáneos. Esta simbiosis lo proveyó de materia prima de gran potencial artístico, la cual supo desarrollar magistralmente a través de su carrera.

A nes de la década de 1960 organizó su obra en tres periodos: “nacionalismo objetivo”, desde 1934 hasta aproximadamente 1947, cuando su escritura fue abiertamente nacionalista; “nacionalismo subjetivo”, que se extendió hasta alrededor de 1957. Aquí los elementos nacionales aparecen sublimados y no son tan evidentes como en su etapa anterior; y “neo-expresionismo”, lapso en el que experimentó con técnicas de vanguardia como serialismo integral y micro-tonalidad. Varios musicólogos incluyen una cuarta fase a partir de mediados de la década de 1970, cuando se registró un regreso a las fuentes vernáculas en una síntesis madura.

Casi todas sus obras para piano fueron compuestas durante su primer periodo (1934-1947), a excepción de las tres Sonatas para piano, escritas en 1952, 1981 y 1982 respectivamente. Estas piezas, por lo tanto, retienen un claro estilo nacionalista y tonal y presentan influencia gauchesca. Hallamos en ellas elementos compositivos tales como el uso de la bitonalidad, el cromatismo disonante con nes colorísticos y rítmicos, armonías por cuartas, paralelismos, el uso de “clusters” y escritura modal y pentatonicista. Durante esta etapa desarrolló algunos de sus “símbolos” personales que lo acompañaron durante el resto de su carrera: el uso de acordes simbólicos derivados de las cuerdas al aire de la guitarra, de escalas bi-modales basadas en el folclor norteño argentino, melodías dobladas en terceras y el uso de ostinatos, hemiolas y ritmos vigorosos basados en danzas gauchescas como la Chacarera, el Gato y el Malambo.

Alejandro Cremaschi, Pianista

Pianista oriundo de Mendoza, Argentina. Obtuvo la Licenciatura en Piano en la Universidad Nacional de Cuyo, bajo la tutela de Dora De Marinis. En 1991 se trasladó a Estados Unidos, donde estudió con Nancy Roldán y en 1994 concluyó una Maestría en Música. En 1997 terminó su Doctorado en Artes Musicales con la guía de la profesora Lydia Artymiw, en la Universidad de Minnesota.

Entre 1998 y 2004 se desempeñó como catedrático de piano en la Universidad de Ohio, Estados Unidos, y a partir del 2004 es profesor de piano y pedagogía pianística en la Universidad de Colorado Boulder. También dicta cursos de interpretación en el programa de Maestría en Interpretación de Música Latinoamericana de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina.

A través de conciertos, conferencias y grabaciones, Cremaschi es un importante difusor de la música académica argentina y latinoamericana, al tiempo que ha sido solista y camarista en ciudades como Montreal, Pittsburgh, Washington, Nueva York, Guadalajara, Londres y Kuala Lumpur, entre otras.

Como miembro del grupo de difusión de la música argentina “Ostinato” participó en la primera grabación mundial de la obra integral de Carlos Guastavino (sello IRCO) y Luis Gianneo (disquera Marco Polo), así como en varias giras internacionales en las que se interpretaron además composiciones de Ginastera y Castro.

Desde 2004 y hasta el año pasado colaboró asiduamente con el compositor argentino Luis Jorge González (1936-2016), estrenando numerosas obras para piano y música de cámara de este autor. También grabó tres discos con la música de González y de otros creadores latinoamericanos para la compañía inglesa Meridian Records, los cuales fueron recibidos de manera positiva por la crítica especializada.

Como especialista en el legado de Alberto Ginastera, Cremaschi fue invitado por la editorial Carl Fischer Publications para realizar una nueva edición, revisada y anotada, de los Doce preludios americanos, Op. 12, la cual fue lanzada en octubre pasado y contiene una grabación de las doce piezas. Este trabajo reemplazó al que hizo el propio Ginastera en 1946.

De manera paralela a su activa carrera como intérprete y su labor académica en la Universidad de Colorado, este pianista es un activo escritor de artículos pedagógicos y musicológicos en medios especializados como Keyboard Companion, American Music Teacher, Journal for Technology and Music Learning, Research Studies in Music Education y European Piano Teachers Association Piano Journal, entre otras.

Las obras para piano del primer periodo

Esta sección se enfoca en las principales piezas para piano compuestas durante su primer ciclo, antes de 1950. Se excluyen algunas obras menores y arreglos. Las tres Sonatas, que fueron escritas en otras etapas tampoco están incluidas. Es importante notar que las composiciones para piano tempranas continúan la tradición de la “pieza de carácter,” un género heredado del Romanticismo. Contienen títulos y elementos extra-musicales, ya sean personajes folclóricos o ambientes regionales. Como las obras de carácter romántico, éstas están generalmente escritas en formas tripartitas, a excepción de los Preludios americanos, que se describen más abajo.

Danzas argentinas, Op. 2 (1937)

Es posiblemente la pieza de piano más tocada y conocida del compositor. Fue escrita y estrenada en 1937, cuando Ginastera aún era alumno en el Conservatorio. Fue publicada en 1939 por la renombrada editorial francesa Durand. Cuenta con tres movimientos, cada uno con títulos de danza gauchesca: Danza del viejo boyero; Danza de la moza donosa (”donosa” es un modismo

que signica “poseedora de grandes dones”), y Danza del gaucho matrero (“matrero” significa astuto y fugitivo). El segundo movimiento es una danza lenta que desarrolla un clímax muy efectivo y utiliza un lenguaje armónico tonal y romántico emparentado con el nacionalismo anterior, pese al uso de algunas disonancias colorísticas. Los movimientos primero y tercero presentan una escritura más avanzada, con uso de bimodalidad, ostinatos, paralelismos, acordes basados en las cuerdas de la guitarra y escritura rítmica efectista de gran energía. Están relacionados con las danzas folclóricas del Gato, la Chacarera y el Malambo. Algunos ritmos y modismos melódicos de estas danzas se presentan con claridad en el tercer movimiento: el episodio central, un ostinato en do mayor, está claramente conectado con el Malambo, y el segundo tema con el ritmo de Chacarera o Gato.

Tres piezas, Op. 6 (1937-1940)

Publicada en Argentina por Ricordi / Melos, esta obra es probablemente la menos ejecutada internacionalmente, debido a que la partitura, hasta hace poco, era difícil de conseguir en el exterior. Estilísticamente es menos “avanzada” (en cuanto al uso de elementos que se presentan en obras subsiguientes del compositor) que las Danzas argentinas Op. 2 –la escritura es más tonal y menos disonante en los movimientos primero y tercero–. El primer movimiento, Cuyana, se reere a la zona de Cuyo, en el oeste argentino, y es suave y melodioso, alejado de la escritura rítmica y disonante del Op. 2. La armonía aquí recuerda al romanticismo de la anterior Danza de la moza donosa, con uso frecuente de acordes con séptima y relaciones armónicas tradicionales. El segundo movimiento: Norteña, por otra parte, es novedoso y experimental debido a la utilización de pentatonicismo afín con elementos indigenistas (no gauchescos), una línea de inspiración que Ginastera retomará en obras siguientes. El ambiente mágico e introspectivo de este movimiento, realizado a través de una escritura económica y desnuda, es también nuevo y augura piezas lentas futuras tales como el cuarto movimiento de la suite Danzas criollas, Op. 15, o el movimiento lento de la Sonata, Op. 22. El tercer movimiento,Criolla, presenta el tipo de escritura rítmica robusta relacionada a las Danzas argentinas, pero en un contexto menos disonante y más claramente melódico. La sección central de este movimiento incluye una milonga lenta (la única vez que Ginastera decide interrumpir un movimiento rápido en sus piezas para piano). Esta sección contiene el verso amoroso: “Dicen que los ríos crecen cuando acaba de llover, así crecen mis amores cuando no te puedo ver”. La melodía coincide con las sílabas de este epígrafe, como si el piano entonara cada una de las palabras, no es casualidad que este movimiento esté dedicado a Mercedes Toro, la pianista que en 1941 se convertiría en su esposa.

Malambo, Op. 7 (1940)

Aunque fue compuesta el mismo año que las Tres piezas, Op. 6, esta obra de tres minutos contrasta notablemente con las Op. 6. En Malambo, Ginastera retoma el tipo de escritura rítmica disonante con gran clímax nal similar al último movimiento de las Danzas argentinas. Basada en la danza folclórica del mismo nombre, que es aún practicada en Argentina, presenta un ostinato ininterrumpido con tres acordes únicos. La mano derecha se encarga de presentar armonías cada vez más complejas, basadas en acordes tríadas y en acordes disonantes de cuartas.

Doce preludios americanos, Op.12 (1944)

Los Doce preludios americanos fueron compuestos durante una época auspiciosa, cuando la carrera de Ginastera estaba en constante expansión. Años antes, en 1941, conoció a Aaron Copland durante la visita del estadounidense a Buenos Aires como parte de un viaje auspiciado por el gobierno de Estados Unidos. Unos años más tarde, en 1945, Ginastera visitó a Copland en su país. La editorial estadounidense Carl Fischer Publishing imprimió estos preludios en 1946 —la primera publicación del compositor en el país del norte—. La Segunda Guerra Mundial había impulsado a artistas y gobiernos de Estados Unidos a estrechar lazos culturales y había creado un clima de cooperación panamericano. Es probable que los Preludios americanos, Op. 12 hayan sido un esfuerzo del autor por trascender las fronteras argentinas para abarcar a toda América. Esta obra representa la búsqueda de un estilo más amplio, menos restringido por el nacionalismo argentino. Únicamente 3 de los 12 breves movimientos de la colección llevan títulos directamente relacionados al folclor argentino. Por otra parte, 4 de los preludios son homenajes a compositores ilustres de América:

Juan José Castro, Heitor Villa-Lobos, Roberto Garcia Morillo y Aaron Copland. En ellos, Ginastera, haciendo uso de un lenguaje técnico propio, encapsula el estilo de estos autores sin hacer ninguna referencia al elemento gauchesco.

Suite Danzas criollas, Op. 15 (1946)

Compuesta en 1946 durante la estadía del compositor en Estados Unidos (revisada en 1956) evidencia un regreso a las fuentes nacionales por un compositor más maduro y poseedor de una técnica más sosticada. Su estilo ya se encuentra camino al segundo periodo de “nacionalismo subjetivo”, Los movimientos de esta suite no contienen títulos y están planeados para ser tocados

sin interrupción. El primer y segundo movimientos miran de alguna manera a su estilo anterior: delicado y claramente tonal; el primer movimiento recuerda el carácter de la primera de las Tres piezas, Op. 6; el breve segundo movimiento evoca los ritmos fuertes de Chacarera de Danzas argentinas. A partir del tercer movimiento encontramos elementos nuevos: el tercero, escrito en el inusual compás de 11/8, contiene un canon a la octava; el cuarto presenta un clima introspectivo con escritura desnuda que presagia el movimiento lento de la Sonata, Op. 22; el quinto movimiento y coda contienen el tipo de escritura rítmica con frecuente cambio de métrica, y las sonoridades de armonías cuartales que serán luego el pilar sonoro de la primera Sonata.

Información tomada del programa de mano entregado por la Dirección de Difusión y Desarrollo de Publicos del CENART. El programa interpretado tuvo variación en el orden de las piezas.

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Ginastera 101 Conmemorando una vida en la música

Este recital presenta música para piano de distintos compositores nacionalistas de Argentina, con especial énfasis en las obras de Alberto Ginastera, considerado como uno de los autores más destacados e importantes de su país.
El nacionalismo musical argentino no debe ser considerado una corriente “monolítica.” Al contrario, a través de casi dos siglos de música en Argentina, diversos músicos han incorporado elementos nacionales de raíz heterogénea y los han expresado de distintas maneras y con diferentes técnicas. El interés por crear una música nacional se hizo evidente alrededor del primer centenario de la independencia argentina, 1910, con autores tempranos tales como Julián Aguirre y Alberto Williams, quienes expresaron el nacionalismo con técnicas del Romanticismo. A partir de ese momento el número de creadores que abordaron temáticas nacionales se multiplicó, tomando distintas formas y siguiendo caminos dispares.
El programa de este recital no intenta mostrar un panorama completo de esta evolución, sino más bien presentar algunos ejemplos de la diversidad de acercamientos que se registraron a partir de la década de 1930.
Luego de los precursores del nacionalismo, algunos compositores nacionalistas de generaciones posteriores eligieron mantenerse fieles a la herencia del romanticismo inicial. Carlos Guastavino (1912-2000) perteneció a este grupo que se inspiró principalmente en elementos de la música folclórica tradicional argentina, expresada en las danzas y géneros del gaucho argentino, y en música de regiones geográficas como la pampa, el “litoral” y el noroeste. Nacido en la provincia de Santa Fe, Guastavino fue, en principio, un creador autodidacta. Escribió más que nada para piano y para canto y piano. Su producción, siempre atractiva para el público general debido a sus características tonales y al uso de claros elementos nacionales en sus títulos y en su material, le valió en muchas oportunidades la crítica enconada de los que, en esa época, consideraban que un compositor “serio” debía enfocarse en lenguajes de vanguardia. A pesar de estas críticas, Guastavino se mantuvo siempre orgulloso de su producción y estilo, los que han sobrevivido al paso del tiempo.
Las danzas Bailecito y Gato (a la manera popular) fueron compuestas en 1940 y están basadas en géneros folclóricos. Se trata de piezas simples que conservan la frescura del estilo que les sirvió de inspiración. Gato, en particular, es una de las danzas tradicionales de parejas más populares de Argentina y está relacionada con otras de Latinoamérica como el huapango mexicano. En contraste con la simpleza del Bailecito y Gato, la Sonatina es una obra de gran elaboración, en la que Guastavino utilizó algunos elementos del folclor estilizados, pero los revistió de un tratamiento temático cuidadoso, lo que hace que no sea tan evidente como el de las danzas anteriores. Escrita alrededor de 1945, época en que el autor estuvo en contacto con su colega español Manuel de Falla (quien entonces radicaba en Córdoba, Argentina), la Sonatina, una de sus obras más logradas, utiliza material temático que reaparece, transformado, en cada uno de los tres movimientos.
Alberto Ginastera (1916-1983) utilizó muchas de las mismas fuentes folclóricas que Guastavino (en especial la música del gaucho), pero lo hizo con un lenguaje muy distinto. Mientras Guastavino se esmeró en revestir su material con un lenguaje romántico, Ginastera desarrolló, especialmente en sus primeras obras, un estilo de gran impacto que combina algunos tratamientos similares a Bartók, Prokoev y Stravinsky. La clave de la efectividad de su estilo temprano fue, de hecho, la simbiosis intuitiva que supo desarrollar entre estos elementos contemporáneos y los nacionalistas. Su obra Tres piezas, Op. 6, compuesta en 1940, se inspira en elementos de distintas regiones argentinas. El primer movimiento, Cuyana, se refieere a la zona de Cuyo, en el oeste argentino, y es un movimiento suave y melodioso, alejado de la escritura rítmica y energética, característica del compositor. El segundo movimiento, Norteña, es novedoso y experimental por la utilización de pentatonicismo relacionado con elementos indigenistas (no gauchescos), y presenta un ambiente mágico e introspectivo. El tercer movimiento Criolla, presenta la escritura rítmica robusta que caracteriza muchas de las danzas ginasterianas. La sección central de este movimiento incluye una milonga lenta (la única vez que Ginastera decide interrumpir un movimiento rápido en sus piezas para piano). Esta sección contiene el verso amoroso: “Dicen que los ríos crecen cuando acaba de llover, así crecen mis amores cuando no te puedo ver.” La melodía coincide con las sílabas de este epígrafe, como si el piano entonara cada una de las palabras, no es casualidad que este movimiento esté dedicado a Mercedes Toro, la pianista quien en 1941 se convirtió en su esposa.
El siguiente grupo de obras cortas del programa tiene diversas fuentes de inspiración, pero relacionadas entre sí. Las milongas de Ramos y Piazzolla se inspiran en el género de la milonga lenta, originalmente canciones tristes improvisadas, con acompañamiento de guitarra y frecuentemente atribuidas al gaucho. La milonga lenta se considera una de las fuentes del género tanguero a finales del siglo XIX. La cálida Milonga sureña n.° 5 del cordobés Juan José Ramos (1930-1995) contiene un acompañamiento claramente guitarrístico, con interludios que imitan el punteo de la guitarra. El tango Verano porteño y la milonga lenta Milonga del ángel fueron escritas por el revolucionario Astor Piazzolla, uno de los autores que más contribuyó a la evolución del género urbano en el siglo XX. Verano porteño es parte de la serie Las cuatro estaciones porteñas, escrita a semejanza de la obra homónima de Vivaldi. Milonga del ángel pertenece a la suite de cuatro movimientos Ángel. Ambas escritas para su sexteto y luego arregladas para piano solo. Las piezas La luz se esfuma en las esquinas y Los ojos de la sombra no son tangos en sí, pero muestran una fuerte relación con el sonido y color del tango. Escritas por el compositor radicado en Estados Unidos Luis Jorge González (1936-2016), son parte de la suite Crepúsculos de la ciudad, y fueron estrenadas y grabadas por el pianista Alejandro Cremaschi en 2011. En sus inicios, González comenzó escribiendo en un lenguaje tonal nacionalista semejante al de Guastavino; luego incursionó en la vanguardia atonal durante sus estudios de posgrado en Estados Unidos, para finalmente retornar a las fuentes nacionales (en este caso, el tango) con un lenguaje tonal al final de su vida. González tuvo una relación estrecha con varios compositores y músicos mexicanos, habiendo participado en diversas ocasiones en el Foro de Música Contemporánea y en otros festivales en este país.
Regresando a la obra de Alberto Ginastera para cerrar el programa, se ofrece la suite Danzas criollas Op. 15. Compuesta en 1946 durante la primera estadía del compositor en Estados Unidos (revisada en 1956), y que evidencia a un creador maduro y poseedor de una técnica sosticada. Su estilo ya se encuentra camino hacia su segundo periodo, que él denominó “nacionalismo subjetivo,” en contraste con su “nacionalismo objetivo” temprano. Los movimientos de esta suite no contienen títulos y están planeados para ser tocados sin interrupción. El primer y segundo movimientos miran de alguna manera a su estilo temprano: delicado y claramente tonal; el primer movimiento recuerda el carácter de la primera de las Tres piezas, Op. 6 y el breve segundo movimiento los ritmos fuertes de la danza folclórica chacarera que inspiró a las Danzas argentinas Op. 2. A partir de aquí encontramos elementos nuevos: el tercer movimiento, escrito en el inusual compás de 11/8, contiene un canon a la octava; el cuarto presenta un clima introspectivo con escritura desnuda que presagia el movimiento lento de la Sonata, Op. 22; el quinto movimiento y coda contienen el tipo de escritura rítmica con frecuente cambio de métrica y las sonoridades de armonías cuartales que serán luego el pilar sonoro de la primera Sonata. La pieza corta Milonga es un arreglo del mismo autor de la Canción al árbol del olvido, una milonga lenta amorosa que compuso en la década de 1930.
Finalmente, Danzas argentinas, Op. 2, es, posiblemente su obra más tocada y conocida. Fue compuesta y estrenada en 1937, cuando Ginastera aún era alumno en el Conservatorio. Fue publicada en 1939 por la renombrada editorial francesa Durand. Sus tres movimientos tienen títulos de danzas gauchescas: Danza del viejo boyero, Danza de la moza donosa (en este caso la palabra “donosa” es un modismo que significa “poseedora de grandes dones”), y Danza del gaucho matrero (“matrero” significa astuto y fugitivo). El segundo movimiento es una danza lenta que desarrolla un clímax muy efectivo y utiliza un lenguaje armónico tonal y romántico emparentado al nacionalismo anterior, pese al uso de algunas disonancias colorísticas. El primer y tercer movimiento presentan una escritura más avanzada, con uso de bimodalidad, ostinatos, paralelismos, acordes basados en las cuerdas de la guitarra y escritura rítmica efectista de gran energía. Están relacionados a las danzas folclóricas del gato, chacarera y malambo. Algunos ritmos y modismos melódicos de estas danzas se presentan con claridad en el tercer movimiento: el episodio central, un ostinato en do mayor que está claramente relacionado con el malambo y el segundo tema con el ritmo de chacarera o gato.

Alejandro Cremaschi

Presentación grabada el 22 de abril de 2017 en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (CENART). Ciudad de México.

http://www.cenidim.bellasartes.gob.mx/ [Consulta: 8 marzo 2017]

http://alejandrocremaschi.com/ [Consulta: 8 marzo 2017]

Alberto Evaristo Ginastera

El compositor Alberto Evaristo Ginastera nació en Argentina el 11 de abril de 1916. Estudió piano y composición en el Conservatorio Alberto Williams y en el Conservatorio Nacional en Buenos Aires.

Ya desde sus tempranos años como estudiante recibió premios y reconocimientos por sus composiciones. Un hecho definitorio en su desarrollo ocurrió en su adolescencia, cuando asistió a la ejecución de La consagración de la primavera (Le Sacre du Printemps), obra revolucionaria de Stravinsky y momento que él mismo describió como “un shock –algo nuevo e inesperado–”. Otro acontecimiento que lo marcó fue escuchar al pianista Artur Rubinstein tocar el Allegro Barbaro de Béla Bartók en Buenos Aires, lo que describió como “una revelación”.

Su carrera cobró relevancia nacional el día que el director de orquesta Juan José Castro estrenó su suite de ballet Panambí en la sala más importante del país, el Teatro Colon, en 1937, cuando apenas contaba con 21 años. A partir de 1946, luego de su primera visita a Estados Unidos como becario de la Fundación Guggenheim, recibió numerosas comisiones y premios de distintas instituciones y su carrera cobró relevancia internacional.

Ginastera tuvo una influyente trayectoria como compositor y educador en Argentina y es reconocido como uno de los músicos más relevantes que ha producido América. Enseñó en varias instituciones argentinas y tuvo como alumnos a algunos de los músicos más importantes de la generación siguiente, como Alcides Lanza, Pia Sebastiani, Antonio Tauriello y Ástor Piazzolla. Su obra incluye piezas de todos los géneros: orquestal, ballet, ópera, conciertos, música de cámara y para solistas.

En la década de 1970 se radicó en Ginebra, Suiza, luego de desposar a la chelista Aurora Nátola. Falleció en esa ciudad, en 1983.

Su estilo: Desde sus obras más tempranas se inclinó hacia el estilo nacionalista, siguiendo el camino abierto por dos generaciones previas de compositores en Argentina. Su lenguaje nacionalista se inspiró en el folclor tradicional y en la figura del gaucho, el personaje del campo argentino que encarna los ideales de valor, fortaleza, independencia y autenticidad. El uso del gaucho, y su contexto como símbolo nacional, no era nuevo en el arte, ya había servido como inspiración para muchos compositores, artistas y escritores anteriores. Lo novedoso en Ginastera fue la combinación de este topos nacionalista, con ciertas tendencias estilísticas y técnicas de la música contemporánea. Así, su música respondió a las influencias de autores modernistas argentinos como Luis Gianneo y Juan José Castro, y europeos como Igor Stravinsky, Claude Debussy, Béla Bartók, Manuel de Falla y Arthur Honegger. La clave de la efectividad de su estilo temprano es la simbiosis que supo desarrollar intuitivamente entre los elementos nacionalistas argentinos y los contemporáneos. Esta simbiosis lo proveyó de materia prima de gran potencial artístico, la cual supo desarrollar magistralmente a través de su carrera.

A nes de la década de 1960 organizó su obra en tres periodos: “nacionalismo objetivo”, desde 1934 hasta aproximadamente 1947, cuando su escritura fue abiertamente nacionalista; “nacionalismo subjetivo”, que se extendió hasta alrededor de 1957. Aquí los elementos nacionales aparecen sublimados y no son tan evidentes como en su etapa anterior; y “neo-expresionismo”, lapso en el que experimentó con técnicas de vanguardia como serialismo integral y micro-tonalidad. Varios musicólogos incluyen una cuarta fase a partir de mediados de la década de 1970, cuando se registró un regreso a las fuentes vernáculas en una síntesis madura.

Casi todas sus obras para piano fueron compuestas durante su primer periodo (1934-1947), a excepción de las tres Sonatas para piano, escritas en 1952, 1981 y 1982 respectivamente. Estas piezas, por lo tanto, retienen un claro estilo nacionalista y tonal y presentan influencia gauchesca. Hallamos en ellas elementos compositivos tales como el uso de la bitonalidad, el cromatismo disonante con nes colorísticos y rítmicos, armonías por cuartas, paralelismos, el uso de “clusters” y escritura modal y pentatonicista. Durante esta etapa desarrolló algunos de sus “símbolos” personales que lo acompañaron durante el resto de su carrera: el uso de acordes simbólicos derivados de las cuerdas al aire de la guitarra, de escalas bi-modales basadas en el folclor norteño argentino, melodías dobladas en terceras y el uso de ostinatos, hemiolas y ritmos vigorosos basados en danzas gauchescas como la Chacarera, el Gato y el Malambo.

Alejandro Cremaschi, Pianista

Pianista oriundo de Mendoza, Argentina. Obtuvo la Licenciatura en Piano en la Universidad Nacional de Cuyo, bajo la tutela de Dora De Marinis. En 1991 se trasladó a Estados Unidos, donde estudió con Nancy Roldán y en 1994 concluyó una Maestría en Música. En 1997 terminó su Doctorado en Artes Musicales con la guía de la profesora Lydia Artymiw, en la Universidad de Minnesota.

Entre 1998 y 2004 se desempeñó como catedrático de piano en la Universidad de Ohio, Estados Unidos, y a partir del 2004 es profesor de piano y pedagogía pianística en la Universidad de Colorado Boulder. También dicta cursos de interpretación en el programa de Maestría en Interpretación de Música Latinoamericana de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina.

A través de conciertos, conferencias y grabaciones, Cremaschi es un importante difusor de la música académica argentina y latinoamericana, al tiempo que ha sido solista y camarista en ciudades como Montreal, Pittsburgh, Washington, Nueva York, Guadalajara, Londres y Kuala Lumpur, entre otras.

Como miembro del grupo de difusión de la música argentina “Ostinato” participó en la primera grabación mundial de la obra integral de Carlos Guastavino (sello IRCO) y Luis Gianneo (disquera Marco Polo), así como en varias giras internacionales en las que se interpretaron además composiciones de Ginastera y Castro.

Desde 2004 y hasta el año pasado colaboró asiduamente con el compositor argentino Luis Jorge González (1936-2016), estrenando numerosas obras para piano y música de cámara de este autor. También grabó tres discos con la música de González y de otros creadores latinoamericanos para la compañía inglesa Meridian Records, los cuales fueron recibidos de manera positiva por la crítica especializada.

Como especialista en el legado de Alberto Ginastera, Cremaschi fue invitado por la editorial Carl Fischer Publications para realizar una nueva edición, revisada y anotada, de los Doce preludios americanos, Op. 12, la cual fue lanzada en octubre pasado y contiene una grabación de las doce piezas. Este trabajo reemplazó al que hizo el propio Ginastera en 1946.

De manera paralela a su activa carrera como intérprete y su labor académica en la Universidad de Colorado, este pianista es un activo escritor de artículos pedagógicos y musicológicos en medios especializados como Keyboard Companion, American Music Teacher, Journal for Technology and Music Learning, Research Studies in Music Education y European Piano Teachers Association Piano Journal, entre otras.

Las obras para piano del primer periodo

Esta sección se enfoca en las principales piezas para piano compuestas durante su primer ciclo, antes de 1950. Se excluyen algunas obras menores y arreglos. Las tres Sonatas, que fueron escritas en otras etapas tampoco están incluidas. Es importante notar que las composiciones para piano tempranas continúan la tradición de la “pieza de carácter,” un género heredado del Romanticismo. Contienen títulos y elementos extra-musicales, ya sean personajes folclóricos o ambientes regionales. Como las obras de carácter romántico, éstas están generalmente escritas en formas tripartitas, a excepción de los Preludios americanos, que se describen más abajo.

Danzas argentinas, Op. 2 (1937)

Es posiblemente la pieza de piano más tocada y conocida del compositor. Fue escrita y estrenada en 1937, cuando Ginastera aún era alumno en el Conservatorio. Fue publicada en 1939 por la renombrada editorial francesa Durand. Cuenta con tres movimientos, cada uno con títulos de danza gauchesca: Danza del viejo boyero; Danza de la moza donosa (”donosa” es un modismo

que signica “poseedora de grandes dones”), y Danza del gaucho matrero (“matrero” significa astuto y fugitivo). El segundo movimiento es una danza lenta que desarrolla un clímax muy efectivo y utiliza un lenguaje armónico tonal y romántico emparentado con el nacionalismo anterior, pese al uso de algunas disonancias colorísticas. Los movimientos primero y tercero presentan una escritura más avanzada, con uso de bimodalidad, ostinatos, paralelismos, acordes basados en las cuerdas de la guitarra y escritura rítmica efectista de gran energía. Están relacionados con las danzas folclóricas del Gato, la Chacarera y el Malambo. Algunos ritmos y modismos melódicos de estas danzas se presentan con claridad en el tercer movimiento: el episodio central, un ostinato en do mayor, está claramente conectado con el Malambo, y el segundo tema con el ritmo de Chacarera o Gato.

Tres piezas, Op. 6 (1937-1940)

Publicada en Argentina por Ricordi / Melos, esta obra es probablemente la menos ejecutada internacionalmente, debido a que la partitura, hasta hace poco, era difícil de conseguir en el exterior. Estilísticamente es menos “avanzada” (en cuanto al uso de elementos que se presentan en obras subsiguientes del compositor) que las Danzas argentinas Op. 2 –la escritura es más tonal y menos disonante en los movimientos primero y tercero–. El primer movimiento, Cuyana, se reere a la zona de Cuyo, en el oeste argentino, y es suave y melodioso, alejado de la escritura rítmica y disonante del Op. 2. La armonía aquí recuerda al romanticismo de la anterior Danza de la moza donosa, con uso frecuente de acordes con séptima y relaciones armónicas tradicionales. El segundo movimiento: Norteña, por otra parte, es novedoso y experimental debido a la utilización de pentatonicismo afín con elementos indigenistas (no gauchescos), una línea de inspiración que Ginastera retomará en obras siguientes. El ambiente mágico e introspectivo de este movimiento, realizado a través de una escritura económica y desnuda, es también nuevo y augura piezas lentas futuras tales como el cuarto movimiento de la suite Danzas criollas, Op. 15, o el movimiento lento de la Sonata, Op. 22. El tercer movimiento,Criolla, presenta el tipo de escritura rítmica robusta relacionada a las Danzas argentinas, pero en un contexto menos disonante y más claramente melódico. La sección central de este movimiento incluye una milonga lenta (la única vez que Ginastera decide interrumpir un movimiento rápido en sus piezas para piano). Esta sección contiene el verso amoroso: “Dicen que los ríos crecen cuando acaba de llover, así crecen mis amores cuando no te puedo ver”. La melodía coincide con las sílabas de este epígrafe, como si el piano entonara cada una de las palabras, no es casualidad que este movimiento esté dedicado a Mercedes Toro, la pianista que en 1941 se convertiría en su esposa.

Malambo, Op. 7 (1940)

Aunque fue compuesta el mismo año que las Tres piezas, Op. 6, esta obra de tres minutos contrasta notablemente con las Op. 6. En Malambo, Ginastera retoma el tipo de escritura rítmica disonante con gran clímax nal similar al último movimiento de las Danzas argentinas. Basada en la danza folclórica del mismo nombre, que es aún practicada en Argentina, presenta un ostinato ininterrumpido con tres acordes únicos. La mano derecha se encarga de presentar armonías cada vez más complejas, basadas en acordes tríadas y en acordes disonantes de cuartas.

Doce preludios americanos, Op.12 (1944)

Los Doce preludios americanos fueron compuestos durante una época auspiciosa, cuando la carrera de Ginastera estaba en constante expansión. Años antes, en 1941, conoció a Aaron Copland durante la visita del estadounidense a Buenos Aires como parte de un viaje auspiciado por el gobierno de Estados Unidos. Unos años más tarde, en 1945, Ginastera visitó a Copland en su país. La editorial estadounidense Carl Fischer Publishing imprimió estos preludios en 1946 —la primera publicación del compositor en el país del norte—. La Segunda Guerra Mundial había impulsado a artistas y gobiernos de Estados Unidos a estrechar lazos culturales y había creado un clima de cooperación panamericano. Es probable que los Preludios americanos, Op. 12 hayan sido un esfuerzo del autor por trascender las fronteras argentinas para abarcar a toda América. Esta obra representa la búsqueda de un estilo más amplio, menos restringido por el nacionalismo argentino. Únicamente 3 de los 12 breves movimientos de la colección llevan títulos directamente relacionados al folclor argentino. Por otra parte, 4 de los preludios son homenajes a compositores ilustres de América:

Juan José Castro, Heitor Villa-Lobos, Roberto Garcia Morillo y Aaron Copland. En ellos, Ginastera, haciendo uso de un lenguaje técnico propio, encapsula el estilo de estos autores sin hacer ninguna referencia al elemento gauchesco.

Suite Danzas criollas, Op. 15 (1946)

Compuesta en 1946 durante la estadía del compositor en Estados Unidos (revisada en 1956) evidencia un regreso a las fuentes nacionales por un compositor más maduro y poseedor de una técnica más sosticada. Su estilo ya se encuentra camino al segundo periodo de “nacionalismo subjetivo”, Los movimientos de esta suite no contienen títulos y están planeados para ser tocados

sin interrupción. El primer y segundo movimientos miran de alguna manera a su estilo anterior: delicado y claramente tonal; el primer movimiento recuerda el carácter de la primera de las Tres piezas, Op. 6; el breve segundo movimiento evoca los ritmos fuertes de Chacarera de Danzas argentinas. A partir del tercer movimiento encontramos elementos nuevos: el tercero, escrito en el inusual compás de 11/8, contiene un canon a la octava; el cuarto presenta un clima introspectivo con escritura desnuda que presagia el movimiento lento de la Sonata, Op. 22; el quinto movimiento y coda contienen el tipo de escritura rítmica con frecuente cambio de métrica, y las sonoridades de armonías cuartales que serán luego el pilar sonoro de la primera Sonata.

Información tomada del programa de mano entregado por la Dirección de Difusión y Desarrollo de Publicos del CENART. El programa interpretado tuvo variación en el orden de las piezas.